El sambenito utilizado por la Inquisición para señalar a los condenados por el Tribunal, se convirtió en una prenda símbolo de infamia. En sus orígenes, se trataba de un saco de lana bendecido por un cura, que fue evolucionando hasta recoger diversas variantes para diferenciar el tipo de delito y sentencia. Aquellos que portaban un sambenito blanco o amarillento con una gran cruz roja de San Andrés en la parte delantera y otra en la trasera, eran los condenados por primera vez, reconciliados con la iglesia católica tras reconocer su herejía y declarar su arrepentimiento. La vestimenta iba acompañada, normalmente, de un sombrero alto de papel prensado en forma de mitro o cónica, que se denominaba coroza.
Esta indumentaria era una manera eficiente de humillar públicamente al condenado por el plazo impuesto en la pena, al término del cual, el sambenito debía colgarse en la iglesia a la que pertenecía el hereje para que nadie olvidara nunca su culpa indicándose a su lado el nombre de la familia, el crimen cometido y el castigo sufrido.
La ilustración que nos ofrece Natalio Bayo muestra a un reo recién condenado, avergonzado, subyugado y quebrado por su reciente confesión. Tras de sí, dos miembros del tribunal de la Inquisición y un soldando custodiando al condenado.