Isabel, la mayor de las hermanas Carvajal, había llegado a la Nueva España ya viuda. Ferviente devota de la ley de Moisés, intentó persuadir a su tío, el gobernador, para que abrazara su misma religión, pero él se negó rotundamente. Vivió siempre junto a su madre. Fue la primera en ser apresada por el Santo Oficio y abjuró cuando se enfrentó al primer auto de fe. De nuevo apresada, igual que el resto de su familia, será condenada a ser quemada viva en la Alameda de Ciudad de México.
El esta ocasión, el artista José Luis Fariñas dibuja a Isabel amarrada al madero que le aferra a la pira encendida que le han adjudicado. Sus largos cabellos se fusionan con el humo maldito que se eleva como clara prueba de su condena. Entre medio, surgen figuras aladas demoníacas en el plano inferior, y celestes en el superior, así como una profusión de huesos y cráneos que rodean a la figura femenina. Al fondo, se intuye una procesión de almas entono a la cruz del siguiente reo.