Con gestos y ropas de inevitable y aparente heterodoxia, desprovistos de los artilugios apropiados para oficiar la liturgia de su fe, los criptojudíos se afanaban, ocultos como cifra tal nombre, en las lecturas de las transcripciones en romance de algunas sagradas escrituras.
…trasuntados en romance todos los salmos y otras santas oraciones,
tesoro muy estimado de él y de ellas.
(p. 39)
Sin kipá, Torá ni tabernáculo, profesaban su fe con rituales únicamente recreados gracias a las imprecisas filigranas de la memoria. Les ampararon, en reductos impensables, las argucias simbólicas de la imaginación colectiva, antaño embebida en las esencias de sus ahora ausentes antiguos textos, los negados a sus manos tanto como su fe a sus almas y sus costumbres a sus cuerpos, los ciertamente más afines al Juan del Qumran y al Jesús crucificado que a las páginas mucho más tarde santificadas por Roma y evocadas con la profusa hagiografía católica que a los Carvajal les era tan ajena. Refugiados en sótanos y trasteros, la familia consumaba lecturas y practicaba rituales tan rigurosamente prohibidos en toda Nueva España como en la vieja patria. Recreaba El Alumbrado los salmos, transcribiéndolos a hurtadillas y en romance, con arte y devoción. Cumplían los Carvajal en lo posible los mandatos mosaicos, aunque la madre y las hermanas también podían estudiar las esencias judaicas y tocar la palabra sacra de la Torá, ya derramada desde los rollos venerables, y hasta preservar sin pecado entre seno y corpiño la bendita letra. Recitaban los Carvajal aquellos salmos devota y cautelosamente copiados por Luis y repasaban con fervor los versículos mejor recordados del Pentateuco, las esencias de la fe judaica estampada en aquellos rollos inalcanzables, por lejanos y por lo tan abolidos entonces en aquellas tierras de confluencia nefasta de conquistadores católicos, y aun de auténticos conversos, con la inmigración de criptojudíos y de judíos en éxodo. En la estampa, la persecución inquisitorial, acechante como búho demoníaco, y la familia devota, ahora obligadamente heterodoxa porque no había consagrado rabino que dictaminase, pero sí una fe que preservar.