Cargada de presagios y de malas memorias atraviesa esta nave la Mar Tenebrosa. Boga sin partir las aguas con buenos augures, como si navegara sobre olas de humo y flamas, y no sobre oleaje espumoso. Dejar atrás siglos de horror es la quimera de los Carvajal. Pero lo llevan a cuestas, en la carne de la memoria y en la rémora de los baúles.
…partió su padre con la casa toda para esta Nueva España…
(pág. 21)
Zarpan con la casa toda y van en vilo, pretendiendo llevar la línea familiar, la casa Carvajal, hacia puerto seguro. Viajan con lastre demasiado pesado, conmovidos por oleajes diversos: los edictos de expulsión, la crueldad de las torturas en los autos de fe, el pavor a la muerte en la hoguera. Como si fuese culpa mayor la natural fidelidad a sus seculares creencias, sostenidas al amparo de las oleadas graves del silencio y la sombra, atraviesan las aguas bravas y sienten que el navío es sacudido como por olas de cadáveres inquietos. Creen alejarse, yendo hacia tierras vírgenes, de cuanto ha pretendido eliminar a su pueblo, exilio tras exilio. Son los Carvajal, de alma tan raigalmente bíblica cuanto ibérica, y bogan como fantasmas hacia un futuro que se les descabala. El miedo y la ilusión entrechocan sus brumas mientras el mar golpea contra el maderamen embreado. Así lo vio el artista.